ORQUESTA CLUB VIRGINIA
NAVES DEL MATADERO
Miguel Iborra ha llevado a la sala 1 del Matadero de Madrid la versión teatral de la Orquesta Club Virginia con los mismos actores que reunió para la película hace 20 años.
Es una obra tierna y divertida que cuenta los sueños, ilusiones, alegrías, anhelos y miserias que se enganchan a los componentes de la Orquesta, alejados de la familia, en entornos extraños, a la expectativa del contrato que les llevará al gran éxito y reconocimiento de su talento. A este conjunto de los años cuarenta, con repertorio de boleros, habaneras, rancheras y música tradicional, se une un joven, hijo del gruñón, mujeriego
y autoritario director de la orquesta que quiere introducir nuevas músicas al sonido de su guitarra eléctrica.
El antiguo Matadero, en el Paseo de la Chopera, hace tiempo que está consolidado como referente cultural de la ciudad.de Madrid. En su reconversión se ha respetado la estructura y arquitectura de la época y, en las distintas dependencias, se puede disfrutar de teatro, cine, danza, música, exposiciones, conferencias, cursos, etc.y, el próximo otoño, en los antiguos frigoríficos se instalará la Casa del Lector. No será una gran biblioteca sino Centro de Investigación, Encuentros Internacionales, etc.,
La primera vez que vi algo así fue, hace años, en Berlín, en una antigua fábrica de cervezas. Me pareció fantástico.
Asistir a la representación de la Orquesta Club Virginia era algo entrañable y casi familiar para mí. Un reencuentro con actores nuestros, muy conocidos. Con algunos he rematado el día en el salón de casa durante semanas. A Antonio Resines, Director de la Orquesta, le he visto muchos veranos andando por la plaza de Comillas y acercándose con su Vespa al bar del Puerto a tomar un blanquitu y disfrutar de los amigos y del maravilloso panorama que se abre desde allí.
Ahora ha producido ""El Pájaro Amarillo" la gesta del aeroplano cruzando el Atlántico, con salida desde Estados Unidos en el año 29 y destino París, pero, por falta de gasolina, tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en la Playa de Oyambre, donde se erigió un monolito conmmemorativo.A los pies de este monolito hemos estirado las toallas, compartido juegos, dado grandes paseos por esa playa interminable y tomado el sol, cuando el tiempo lo permitía, durante muchos años y más que vendrán.
Con ese amor que Resines pone a las cosas de su tierra, que también es un poco mía por ascendencia materna, no me lo puedo perder.
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